jueves, 1 de noviembre de 2007

La niñez, aquel preciado tesoro

Tal como dice una vieja canción: "No recuerdo cuando lo vi por primera vez”. En fin, eso no es lo importante en esta historia, sino el detalle de la secreta admiración que sentía en mi niñez por un viejo camión. Lo observaba detenidamente cuando pasaba por mi calle. Guardaba silencio para escuchar el ronco motor, y, si era posible, obligaba a callar a quienes me acompañaban. Ese ruido lo llegaba a comparar, en complicidad con la fantasía infantil, con las rugidos de Godzila y otros grandes monstruos que aparecían en series japonesas transmitidas por la ahora difunta televisión en blanco y negro.

Me interesaba mucho ese vetusto transporte de carga, al cual siempre vi grande, más que cualquier otro vehículo. Me llamaba mucho la atención el nombre que llevaba pintado sobre la tolva: "El Nazareno", entre franjas roja y azul. Ahora no podría explicar el porqué, aunque podría aventurar, a riesgo de decir un disparate, que quizá lo relacionaba con la poderosa imagen del verdadero Nazareno, o, por qué no, con "El Nazareno", el título de una salsa bastante escuchada por la época rememorada.

Una tarde de verano pasó por mi calle lentamente. Sin que nadie se percatara lo abordé, como ya lo había hecho en otras oportunidades, para ir de aventura y conocer un poco más de cualquier cosa. Despacio se alejaba del barrio, lo que me permitía reconocer, oculto, cada uno de los rostros de los amigos y también de los otros; cada una de las voces que gritaban mi nombre para que vuelva al juego que había abandonado repentina y misteriosamente; cada una de las sonrisas y las muecas de pena. También reconocía cada una de las paredes que pintaba (vaya presunción, cuando en realidad garabateaba); cada uno de los huecos de la pista donde aprendí a patear una pelota de fútbol, a costa de sortear grandes buses; cada uno de los techos escalados en el afán de pretender ser un descubridor. Todo estaba ahí, así como estaba "El Nazareno", un viejo conocido mío, también del barrio, y que ahora me llevaba a un lugar desconocido para ambos.

Aquel día la ciudad ardía no sólo por el calor propio de febrero, sino porque una vez más la población manifestaba rebeldía contra un general (aquel del Día de la Dignidad Nacional) que gobernó el país con mano muy dura. Pocos días antes de esta andanza se habían producido saqueos e incendios en Lima, y centenares de personas aún no se recuperaban de la muerte o desaparición de familiares en las repentinas protestas. El ambiente aún era muy peligroso. Mis padres y otras personas mayores me lo advirtieron, pero desoí las recomendaciones, ahora no sé con qué tipo de afán o curiosidad.

A pocas cuadras de donde me había encaramado observé una fila muy ordenada de soldados, y delante de ellos a civiles despeinados, con las camisas abiertas, algunos de ellos descalzos, agobiados por el intenso sol, pero sobre todo temerosos por el nada promisorio futuro que les esperaba. Un soldado que no llevaba el pesado casco de acero, sino una cómoda gorra -seguramente un oficial, no lo sé-, dio la orden de alto. El conductor obedeció inmediatamente y cumplió el ritual mecánicamente: Dio su nombre, entregó documentos y, como no podía ser de otra forma, se puso a las ordenes del nada bien parecido custodio.

Yo no me oculté. La curiosidad una vez más me ganó. Salí de entre las cajas donde me ocultaba para apreciar con más detalle la escena. Los soldados me sorprendieron cuando subieron a la plataforma de "El Nazareno". Uno de ellos, muy serio, pero seguramente con el mismo miedo de todos, me obligó a saltar. Uno a uno, soldados y civiles, treparon al camión que al poco rato se alejó más rápido de lo que había llegado a ese lugar. Emprendí el retorno a casa pensando en la mala suerte. Llegué a casa, tomé abundante agua y miré a mi madre: no le conté lo sucedido. La verdad es que le temía más que a los soldados.

Esta historia ocurrió en la década del 70, y seguramente otras similares sucedieron antes y después... Cuándo, entonces, los niños del Perú han vivido sin violencia.

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