Han transcurrido casi diez años de mi encuentro con Internet. Durante este tiempo la dependencia es tan apasionada que podría decir, a ries go de descubrirme como un meloso huachafo o de plantear despropósitos, que no podría vivir fuera de la red.
Paulatinamente esta relación se ha ido transformando en adictiva. Reparo ahora que estar frente a la computadora me ocupa más tiempo del que me propongo, y es que veo televisión en ella, escucho la música que bajo con LimeWire, leo noticias nacionales e internacionales, a través del correo electrónico y otras herramientas me entero de la vida de otros y difundo la propia, manejo un sinnúmero de programas informáticos que, pienso, han hecho más inteligente y divertida mi existencia. En consecuencia, y no es una exageración, veo, en los ratos de ocio y en los dedicados al trabajo o estudio, a través de un monitor LCD, y, definitivamente, mi cerebro está permanentemente enchufado a un módem.
A finales de la década de 1990 poseía una rudimentaria idea de lo que era la informática, resumida en conocimientos básicos de Microsoft Work. De pronto mi vida profesional comenzó a cambiar. Me pidieron que intervenga en la actualización de la página web del diario en el que trabajaba por aquella época.
El trabajo era bastante aburrido, pero dos razones me empujaron a no dejarlo pasar: me significaría un ingreso económico extra y podría adentrarme en un asunto del que me sentía excluido. Mi práctica fue tan intensa que ya en el año 2000 (mi vida tenía que cambiar con el nuevo siglo), la empresa me pidió dirigir el equipo que pondría en la red la página web de CPN Radio.
Este trabajo era mucho más grande, por lo tanto, la responsabilidad mayor. Por ello no era suficiente intuir, debía conocer a profundidad las características y posibilidades del entorno y de los servicios que brindaba el nuevo ambiente informático, así como las diferentes formas de estructuración, presentación y adecuación de la noticia al nuevo medio de comunicación.
La poca experiencia en estos menesteres la traté de suplir aceleradamente. La empresa me envió a clases superaceleradas, y navegaba, en forma paralela, hasta 14 horas diarias, buscando un perfil de cómo se debía hacer este trabajo. Definitivamente mi vida profesional comenzó a cambiar, tanto que sentía la irrenunciable necesidad de conocer cada vez más.
La labor de jefe de Informaciones de la radioemisora, que desarrollaba junto a la de editor de la página web, se engrandeció ya que contaba con múltiples herramientas para plantear nuevos ángulos noticiosos.
Sin embargo, la necesidad de seguir creciendo hizo que no dudara cuando me ofrecieron cambiar de empresa. Acepté ser el nuevo jefe de Informaciones de la agencia de noticias Andina, empresa estatal que se planteó como principal propósito utilizar el Internet como plataforma informativa.
Tanto me adentré en este asunto que cuando ascendí a subdirector me propuse transformar a editores y redactores de periodistas tradicionales a periodistas digitales, y me empeñé en agrupar a quienes trabajaban en las páginas web de los principales medios de comunicación del país. Así nació Perionet, lastimosamente ahora inactivo.
Hoy, lejos ya de Andina, donde creo que hice periodismo digital, y nuevamente sumergido en el periodismo tradicional, insistiría en decir, a riesgo de descubrirme como un meloso huachafo o de plantear despropósitos, que no podría vivir fuera de la red.
Paulatinamente esta relación se ha ido transformando en adictiva. Reparo ahora que estar frente a la computadora me ocupa más tiempo del que me propongo, y es que veo televisión en ella, escucho la música que bajo con LimeWire, leo noticias nacionales e internacionales, a través del correo electrónico y otras herramientas me entero de la vida de otros y difundo la propia, manejo un sinnúmero de programas informáticos que, pienso, han hecho más inteligente y divertida mi existencia. En consecuencia, y no es una exageración, veo, en los ratos de ocio y en los dedicados al trabajo o estudio, a través de un monitor LCD, y, definitivamente, mi cerebro está permanentemente enchufado a un módem.
A finales de la década de 1990 poseía una rudimentaria idea de lo que era la informática, resumida en conocimientos básicos de Microsoft Work. De pronto mi vida profesional comenzó a cambiar. Me pidieron que intervenga en la actualización de la página web del diario en el que trabajaba por aquella época.
El trabajo era bastante aburrido, pero dos razones me empujaron a no dejarlo pasar: me significaría un ingreso económico extra y podría adentrarme en un asunto del que me sentía excluido. Mi práctica fue tan intensa que ya en el año 2000 (mi vida tenía que cambiar con el nuevo siglo), la empresa me pidió dirigir el equipo que pondría en la red la página web de CPN Radio.
Este trabajo era mucho más grande, por lo tanto, la responsabilidad mayor. Por ello no era suficiente intuir, debía conocer a profundidad las características y posibilidades del entorno y de los servicios que brindaba el nuevo ambiente informático, así como las diferentes formas de estructuración, presentación y adecuación de la noticia al nuevo medio de comunicación.
La poca experiencia en estos menesteres la traté de suplir aceleradamente. La empresa me envió a clases superaceleradas, y navegaba, en forma paralela, hasta 14 horas diarias, buscando un perfil de cómo se debía hacer este trabajo. Definitivamente mi vida profesional comenzó a cambiar, tanto que sentía la irrenunciable necesidad de conocer cada vez más.
La labor de jefe de Informaciones de la radioemisora, que desarrollaba junto a la de editor de la página web, se engrandeció ya que contaba con múltiples herramientas para plantear nuevos ángulos noticiosos.
Sin embargo, la necesidad de seguir creciendo hizo que no dudara cuando me ofrecieron cambiar de empresa. Acepté ser el nuevo jefe de Informaciones de la agencia de noticias Andina, empresa estatal que se planteó como principal propósito utilizar el Internet como plataforma informativa.
Tanto me adentré en este asunto que cuando ascendí a subdirector me propuse transformar a editores y redactores de periodistas tradicionales a periodistas digitales, y me empeñé en agrupar a quienes trabajaban en las páginas web de los principales medios de comunicación del país. Así nació Perionet, lastimosamente ahora inactivo.
Hoy, lejos ya de Andina, donde creo que hice periodismo digital, y nuevamente sumergido en el periodismo tradicional, insistiría en decir, a riesgo de descubrirme como un meloso huachafo o de plantear despropósitos, que no podría vivir fuera de la red.
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