sábado, 3 de noviembre de 2007

Celebremos por el amor






Silvio Rodríguez Domínguez es un cubano que el próximo 29 de noviembre celebrará 61 años de vida, 40 de los cuales ha dedicado a la difusión pública de la música y canción que escribe en su amada isla. En una de sus canciones afirma ser “de donde hay un río de la punta de una loma”, y que pertenece a una “familia con aroma a tierra, tabaco y frío”. Ha confesado ser un permanente y fiel seguidor de José Martí y destaca que su abuelo fue uno de los amigos del patriota y poeta cubano: “Soy de un paraje con brío donde mi infancia surtí y cuando después partí a la ciudad y la trampa, me fui sabiendo que en Tampa mi abuelo habló con Martí”.

Los cubanos aseguran que San Antonio de los Baños, un pequeño municipio de la provincia de La Habana, además de crecer bendita por las aguas del río Ariguanabo, ha recibido el don de todas las musas de la cultura. En este lugar se inicia la historia artística de Silvio, pero no precisamente como músico, sino como humorista gráfico. Sus biógrafos afirman que su primer dibujo, titulado “Alrededor del hueco”, fue publicado en el semanario humorístico Mella.

En 1984 el Museo del Humor, de su San Antonio natal, le dio una gran sorpresa al exponer los originales que publicó en la revista referida. En el catálogo se precisaba: “Corto fue el período que dedicó a estos menesteres, pero ya en su obra se siente una gracia, una soltura en la línea y un humor chispeante, que nos llevan a pensar sin duda alguna, que de no haber tropezado con la guitarra, Silvio hubiera sido una razón más, si no es que ya lo sea, para seguir nombrando a este pueblo como la Villa del Humor”.

Si bien no ha vuelto a dibujar, Silvio cuenta en algunas de sus canciones sobre el trazado de duendes y unicornios. “Hay muchas personas que hablan de mis canciones como imágenes, yo pienso que el origen de esas imágenes está en que primero fui dibujante, ilustrador. Me interesó la imagen, la fotografía y después con esas experiencias me puse a hacer canciones”, ha relatado posteriormente.

Sin embargo, estaba muy influenciado por la música debido a que su madre “se dormía con canciones de la trova, se bañaba con danzones, barría con boleros y cocinaba con sones”, según ha dicho en alguna entrevista.

Tenía 16 años cuando inició a tomar clases de piano que al poco tiempo tuvo que abandonar por su incorporación al Servicio Militar. No obstante, no se puede sostener que su paso por el ejército afectara su crecimiento artístico, pues aprendió ahí, junto a su amigo Esteban Baños, todos los secretos de la guitarra. Además, desde esa época no dejó de escribir poemas y relatos que posteriormente musicalizó.

La investigadora cubana Clara Díaz relata en el libro “Silvio Rodríguez” que "durante su estancia en el ejército, Silvio desarrolló múltiples labores en su condición de soldado. (...) Al conocerse de su trayectoria periodística, fue enviado a laborar en la Sección Política del Ejército de Occidente, en calidad de dibujante de la revista Venceremos".

A los 21 apareció por vez primera en televisión. Además de su inseparable guitarra llevaba un par de botas militares que le daban un aire revolucionario, pero que mucho tiempo después confesó que las usaba porque eran los únicos zapatos que poseía. Un par de años después (1969) se formó el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), bajo la dirección del guitarrista Leo Brouwer. Silvio Rodríguez y Pablo Milanés fueron dos de los jóvenes artistas que se formaron en esa institución.

El poeta uruguayo Mario Benedetti recuerda que conoció en 1966 a Silvio y a Pablo: “Era mi primera visita a Cuba. Unos amigos me habían invitado a cenar en su casa y me anunciaron que más tarde vendrían dos cantantes muy jóvenes, todavía casi desconocidos. Por fin llegaron con sus guitarras y cantaron cinco o seis canciones cada uno. Tuve la rara sensación de que asistía a un viraje importante de la canción cubana: por un lado estaba presente la tradición trovadoresca, y por el otro una propuesta asombrosamente innovadora, que transformaba, enriqueciéndolos, los ritmos heredados e insertaba en las letras un sentido tan comunicativo como el de la poesía conversacional, entonces en pleno desarrollo en América Latina”.

En 1975 salió su primer disco: “Días y Flores”, dedicado a su hija Violeta. En este trabajo dejó claramente establecido que su tierra, la justicia, las mujeres y el propio amor serían las razones y sinrazones que lo llevarían a crear imágenes con cada uno de los versos y tonos musicales.

Pero también dejó plasmado su gran optimismo por el futuro de la humanidad y de las relaciones entre los pueblos, y una férrea apuesta por el fin de la agresión de los poderosos: “Sueño con serpientes, con serpientes de mar, con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo. Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan lo que puedan arrebatarle al amor. / Oh, la mato y aparece una mayor. Oh, con mucho más infierno en digestión. / No quepo en su boca, me trata de tragar pero se atora con un trébol de mi sien. Creo que está loca; le doy de masticar una paloma y la enveneno de mi bien...”. No cierra los ojos, sin embargo, a la ruda realidad, a la calamitosa responsabilidad del propio hombre: “En estos días no hay absolución posible para el hombre. Para el feroz, la fiera que ruge y canta ciega. Ese animal remoto que devora y devora primaveras”.

Las mujeres también fueron el principal motivo de su motivación tal como sucedió con "Ojala”, tema que reveló que compuso “a una mujer que fue, podríamos decir, mi primer amor. Fue un amor que tuve cuando estuve en el ejército (...) La conocí cuando tenía 18 años (...). Era una muchacha mucho más evolucionada que yo, mucho más inteligente, más culta. Me enseñó, por ejemplo, a César Vallejo”.

Ahí está, entonces, Silvio, próximo a celebrar 61 años, y acá estamos, entonces, nosotros, dispuestos a seguir celebrando por el amor.

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