La película "Todos los Hombres del Presidente" muestra la presión, censura y toda artimaña que utiliza el poder para ocultar acciones vedadas, y que sólo puede ser rota por la porfía del periodismo independiente.
En el caso analizado, los periodistas del "Washington Post", Bob Woodward, interpretado por Robert Redford, y Carl Bernstein, caracterizado por Dustin Hoffman, deciden ahondar en la investigación de un robo, aparentemente menor, en una oficina del Partido Demócrata, simplemente porque los supuestos involucrados se resisten a ser entrevistados y hasta se declaran inocentes de cualquier delito, antes, incluso, de ser acusados formalmente.
Ambos profundizan y, sin proponerselo, alcanzan a los máximos dirigentes del partido que gobernaba Estados Unidos, entre ellos el propio presidente Richard Nixon. Lograron esta proeza por la excelente forma como manejaron la fuente principal de informaciones: "Garganta Profunda".
Esta fuente es muy singular, pues se oculta en el más absoluto anonimato. Sin embargo, gana credibilidad al confirmar las informaciones que obtenían los reporteros. Su poco hablar ayudaba mucho, ya que entregaba pistas claves: "sigan el dinero", que sirvieron para descubrir que el más cercano consejero de Nixon estaba implicado en una acción de espionaje electoral.
Bernstein y Woodward complementan su investigación acudiendo a numerosas fuentes secundarias, que principalmente consultaban mediante innumerables llamadas telefónicas, las cuales no grababan sino que anotaban escrupulosamente en libretas que nunca abandonaban.
Lo principal, no obstante, es la permanente constatación de las declaraciones que obtenían. Para ello, confrontaban las declaraciones, siempre dudaban y no daban por cierto algo si es que por lo menos dos fuentes no lo confirmaban.
Se debe destacar la profunda convicción de los dos periodistas del Washington Post por la seguridad de quienes les proporcionaban información, no sólo de "Garganta Profunda", sino también de empleados y ex empleados de la Casa Blanca y del Partido Republicano. Y esta seguridad no estaba relacionada únicamente con mantener oculta las identidades, sino también a utilizar técnicas de entrevista poco ortodoxas, para no comprometer la seguridad de quienes declaraban.
Ejemplo de lo anterior es el recurso que utiliza Bernstein para lograr que una de sus fuentes admitiera, insólitamente con el silencio, que el asesor más importante de Nixon encabeza el grupo de espionaje: "si es mentira voy a contar hasta diez y me cortas el teléfono, de lo contrario es cierto".
Todo periodista sabe que para obtener exclusivas es necesario saber seguir pistas y cultivar fuentes. Woodward y Bernstein, siguiendo esas máximas, siempre se identificaban como reporteros del Washington Post, y casi nunca, como se ve en la película, utilizaron la presión para obtener una declaración. Por el contrario, trataban de ser cordiales y hasta amistosos con sus interlocutores, a quienes prodigaban de halagos, quién sabe si sinceros: "usted es absolutamente honesto", "usted cree en el Presidente", "usted no quiere hacer nada que parezca desleal", etc.
En consecuencia, la investigación de Bernstein y Woodward, plasmada en el filme "Todos los hombres del presidente", puede ser considerada ejemplo de periodismo de investigación. El buen manejo de fuentes otorgó exactitud a las informaciones que difundieron. El influyente semanario Newsweek, al comentar el hito que marcó para el periodismo el descubrimiento del llamado caso Watergate, sentencia que si ahora se intentara investigar un hecho similar, "los periodistas irían a la cárcel por no revelar sus fuentes y no podrían publicar su historia".
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